Durante toda su carrera, los médicos tienen a aprender mucho mejor que nosotros cuáles son sus límites, así también, pueden saber con firmeza qué es lo que necesitan a la hora de morir, no es que sea algo fácil para ellos, pero han probablemente han visto tanta muerte como vida en su carrera, que saben qué esperan para cuando les toque a ellos el momento, ¿no?
En la siguiente nota, te contaremos la historia de un profesor asociado de la Universidad de California del Sur, llamado Ken Murray, quien escribió un artículo en el que expresa todas sus ideas y conceptos que giran en torno a la aceptación de la muerte, bajo su experiencia personal y profeesional, y la de varios de sus seres queridos.
Es que, después de todo, no es fácil aceptar la muerte y para los médicos tampoco lo es, pero sí es verdad que tienen una percepción mucho más acertada y cercana a los métodos que se utilizan médicamente para salvar la vida a un paciente en determinadas circunstancias. Para Murray, así es la cuestión:
“Hace años, a un ortopedista llamado Charlie, quien era muy respetado y u mentor personal, se le vino el mundo encima cuando uno de los cirujanos más prestigiosos del país, le diagnosticó d cáncer de páncreas. Este cirujano, había desarrollado un espectacular procedimiento que podría triplicar las probabilidades de que un paciente sobreviviera, asegurando así una esperanza de vida de al menos 5 años más, aunque viviendo una vida terrible.
Charlie, a sus 68 años de edad, increíblemente no estaba interesado. Al día siguiente, se fue a casa, cerró su consulta y nunca más puso un pie en un hospital. Dedicó todo su tiempo, a disfrutarlo con su familia. Varios meses después, falleció en su casa, rodeado de amor. No quiso someterse a la quimioterapia, ni radiación, ni a ningún tipo de tratamiento quirúrgico.
No es algo de lo que nos guste hablar, pero todos morimos, incluso los médicos. Lo raro en ellos, es que son pocos lo que reciben tratamiento, en comparación con el resto de la población. Lo que sucede, es que ellos saben exactamente qué es lo que va a ocurrir, saben las opciones y probabilidades, incluso, en casi todos los casos, todos pueden tener acceso a cualquier tipo de atención médica que pudieran desear.
De seguro, nadie en su sano juicio desea morir, ni los médicos, pero por norma general han hablado de los límites a los que están dispuestos a llegar, con sus familias. Son muchos los médicos que prefieren asegurarse de que, cuando el momento llegue, no se tomen medidas heroicas. Saben, por ejemplo, que no quieren que sus últimos momentos alguien les rompa una costilla, intentando reanimación cardiopulmonar.
De acuerdo a un artículo publicado el año 2003, Joseph J. Gallo y otros, escrutaron las decisiones que toman los médicos durante sus últimos momento de vida. En base a una encuesta realizada a 765 médicos, estos investigadores descubrieron que el 64% de ellos había creado una especie de testamento especificando las medicas que deben y que no deben ser aplicadas, al momento de salvarles la vida, en caso de sufrir una enfermedad o incapacidad avanzada. Según las investigaciones, solo un 20% de la población (no doctores) estaría dispuesta a tomar medidas así.
¿Entonces, por qué existe una brecha tan grande entre las decisiones de los médicos y pacientes?
En el caso de la Reanimación Cardiopulmonar (RCP), un estudio realizado por Susan Diem, y otros, sobre cómo se muestra en la televisión la RCP, resulta ser de un éxito del 75% de los casos y que un 67% de los casos de RCP, regresan a casa, pero la realidad es otra. En un estudio del año 2010, en el que se revisaron más de 95.000 casos de RCP, se pudo concluir que solo el 8% de los pacientes sobreviven más de un mes, luego del episodio y de estos, solo un 3% es capaz de llevar una vida completamente normal.
A diferencia de como ocurría en otros tiempos, en los que los médicos simplemente hacían lo que ellos pensaban que era lo mejor, actualmente nuestro sistema se basa en lo que los pacientes o sus familiares, escojan. Los médicos, tratan de honrar los últimos deseos de sus pacientes, pero en el momento en que uno le pregunta ¿qué haría usted?, los médicos evitan contestar.
Como resultado, cada vez son más las personas que reciben un montón de cuidados para “sobrevivir” que terminan siendo inútiles y en cambio, son muchas menos las personas que mueren en casa, como lo hacían 60 años atrás.
La profesora de enfermería, Karen Kehl, en su publicación titulada “En camino hacia la paz: un análisis del concepto de una buena muerte”, comenta sobre los atributos a reunir para poder gozar de una muerte agraciada y digna, entre ellos: estar a gusto, tener el control, confianza en quien te provee de atención, un reconocimiento a la inminencia de la muerte, el cuidado de la familia, entre otros. Hoy, solo algunos hospitales ofrecen estas cualidades.
Órdenes por escrito, pueden dar a los pacientes mucho más control sobre cómo prefieren terminar sus vidas. Pero mientras que la gran mayoría de nosotros pensamos que estos tratamientos son inevitables, la vida es una pastilla mucho más difícil de tragar y nos impide tomar las decisiones correctas.
TESTAMENTO EN VIDA: NO PONER A ESTA PERSONA EN SOPORTE VITAL, DE NINGÚN TIPO POR NINGUNA RAZÓN. NO DONAR MIS ÓRGANOS Y CREMAR TODOS MIS RESTOS,
Pero, no todo tiene por qué ser así. Hace unos años, cuando mi primo mayor Torch, tenía 60 años, sufrió una convulsión. Esta, resultó ser consecuencia de un cáncer de pulmón que se estaba extendiendo hacia su cerebro. Supimos en ese entonces, que solo con un tratamiento agresivo, incluyendo visitas 3 o 5 veces a la semana para quimioterapia, solo lograría vivir unos 4 meses más.
Torch no era médico, pero sabía que quería que su vida -o su muerte- fuera de calidad, no solo de cantidad. Por lo que en las últimas instancias, decidió no seguir el tratamiento, limitándose a tomar solo pastillas para la hinchazón del cerebro y se vino a vivir conmigo.
Pasamos los siguientes 8 meses, divirtiéndonos mucho, como no lo hacíamos en décadas. Fuimos a Disneyland, su primera vez, y pasamos mucho tiempo en casa, viendo los deportes y comiendo lo que mas le gustaba. Nunca tuvo mayores dolores y siempre permaneció fuerte de espíritu.
Un día, simplemente, no volvió a despertar. Pasó los siguientes 3 días en un sueño, como una especie de coma y solo falleció. El costo total de su atención médica, durante los 8 meses que vivió conmigo, soo para el medicamento que tomaba, fue de unos 20 dólares.
En lo que a mí respecta, mi médico ya tiene mis elecciones en mi historia médica. Fueron muy fáciles de tomar, ya que son las mismas que para la mayoría de los médicos. No habrá cabida para momentos heroicos, voy a seguir dócilmente en la misma línea, igual que mi mentor Charlie y mi primo Torch, que al igual que muchos de mis colegas médicos, quienes vieron a personas darlo todo por unos días más, prefiero morir digna y felizmente”.
Una decisión bastante fuerte y sabia, especialmente para quienes saben lo que implica lidiar con la muerte día a día, ¿qué te parece? No dudes compartir esta nota.