Piplantri es un lugar muy árido en la india donde ha surgido una historia de esperanza y de humanidad, en un país donde la figura de la mujer tiene un papel muy complicado.
La India es un país patriarcal donde las familias siempre van a preferir el nacimiento de un niño antes que el de una niña. Los varones son quienes aportan el sustento al hogar, la figura central que aporta seguridad y ningún coste adicional para la familia.
Sin embargo, el hecho de traer al mundo una niña supone que el día de mañana esa familia tenga que ofrecerle una dote a la muchacha para que logre un matrimonio adecuado. Esta tradición intentó erradicarse en los años 60; sin embargo, ha seguido manteniéndose.
Hace 6 años empezó a ponerse en práctica una hermosa iniciativa. Cada vez que nace una niña, se plantan 111 árboles. A lo largo de la vida de la pequeña, tanto ella como la familia deberán hacerse cargo de esos árboles y de las plantas que también se plantan alrededor, como el aloe vera.
Cuando las niñas adquieren la mayoría de edad, esos árboles ya valen una buena cantidad de dinero. Y lo que es más interesante, le permiten a la muchacha tener un medio de vida. Elaboran geles, jabones y aceites frutales con sábila para luego comercializarlo y sacarles provecho económico.
En 6 años que lleva este proyecto, ya hay casi 285.000 árboles. Esto supone que Piplantri está dejando de ser un desierto. El suelo tiene ya muchos nutrientes, que empieza a ser rico para poder cultivarse. Y más aún, si hace 6 años debían excavar casi 200 metros para encontrar agua, ahora, con una profundidad de solo 3 metros ya la encuentran.
Ahora, el nacimiento de una niña es un símbolo de prosperidad para la comunidad, es motivo de alegría para la familia y los vecinos. Y las niñas crecen con seguridad sabiendo que tienen un trabajo.
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