La islamofobia es un sentimiento que se ha extendido por toda Europa y en Estados Unidos luego de que los atentados realizados por ciertos grupos extremistas hicieran creer a las personas que todos los musulmanes son igual de violentos.
Como consecuencia, familias de ciudadanos musulmanes comunes son hostigados en la vía pública. Esta ola discriminatoria llevó a que incluso Donald Trump, presidente electo de E.E.U.U., asegurara que llevaría a cabo un registro de musulmanes en el país, para poder llevarlos a campos de concentración en caso de “emergencia”.
La de Trump es una promesa que no sólo tiene precedentes en los criminales campos de concentración en los que se reunió a los japoneses luego de Pearl Harbor, sino también tiene reminiscencias de la Alemania Nazi.
Sin duda es una situación crítica, que sólo se puede arreglar con empatía y humanidad.
Es por eso que surgen gestos como el de este joven que, con los ojos vendados, se para con los brazos abiertos junto al siguiente mensaje:
Soy musulmán y las personas me llaman terrorista. ¿Confías en mí? Si es así, abrázame.
Es una acción pública que vimos luego de los atentados de París en 2015, y que se ha repetido ahora que es más necesaria que nunca:
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