Puede ir desde los 5 centímetros, en el caso del pequeño Macaco Rabón, hasta los 60 centímetros en las morsas. El hueso del pene es uno de los más diversos entre los mamíferos, pero hay algo más intrigante que sus variadas formas y tamaños: el hecho de que los humanos lo hayamos perdido por completo.
Un estudio de la University College de Londres llevó a cabo una extensa investigación que cree encontrar la respuesta en el estudio evolutivo de las especies.
Según el estudio, el hueso del pene apareció hace 95 millones de años en los mamíferos, por lo que ya estaba presente en los primates, que datan de hace 50 millones de años. A partir de entonces, se ha ido adaptando a cada especie pero en muy pocas ha desaparecido completamente.
Kit Opie, director del estudio, explicó que la longitud del hueso suele ser mayor en especies cuyo macho lleva a cabo la “intromisión prolongada”. Esto es, el acto de penetración que dura más de tres minutos. Es básicamente una estrategia para que el macho pueda impregnar a la hembra mientras mantiene alejada a la competencia. El hueso, que se encuentra en la punta del pene y no en la base, sirve de soporte estructural para los machos que se reproducen de esa manera.
En el caso de los chimpancés, pro ejemplo, el hueso no mide más que una uña, lo que coincide con un apareamiento que apenas dura siete segundos.
En los grupos de chimpancés, las hembras suelen aparearse con todos los machos, ya que éstos suelen matar a los bebés que no son sus hijos. De esta forma, si todos creen que los hijos son suyos, nadie los mata.
El hueso de los chimpancés funciona como “método de sujeción” para que la hembra permanezca parada y no pueda escapar mientras dura el acto sexual. En algunas especies es un gran soporte pues, como en el caso de los cerdos, el acto puede superar la media hora.
En los humanos, sin embargo, fue la aparición de la monogamia el factor que volvió innecesario que el hombre retuviera físicamente a la mujer durante la penetración por miedo a que se fuera con otro.
La idea de pareja única surgió hace unos 1,9 millones de años, en la época del Homo erectus. En una relación monógama, el macho no tiene que pasar mucho tiempo penetrando a la hembra, por lo que es menos probable que “escape” para irse con otro.
“Creemos que el hueso del pene desapareció en los humanos a partir de este momento, porque es cuando el apareamiento cambió”, comenta Opie. “A pesar de lo que podríamos pensar, somos una de las especies que necesita menos de tres minutos para reproducirse”.
Claro, para reproducirse, ¿pero para satisfacerse?
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