Lawrence McKinney, un hombre de Tennessee (Estados Unidos) fue acusado de violación cuando era apenas un muchacho y tuvo que pasar 30 años en la cárcel. Esto no tendría nada de malo si realmente hubiera cometido el crimen, pero sólo hace poco las evidencias demostraron que siempre fue inocente y el Estado no quiere hacerse cargo de la culpa.
En 1977, una mujer fue violada en su casa por dos intrusos. Aún traumatizada, la afectada identificó a Lawrence como uno de sus atacantes, por lo que fue sentenciado a 115 años de cárcel, la cadena perpetua. Lawrence tenía sólo 22 años.
30 años después, en 2008 cuando la tecnología forense había avanzado, se pudo demostrar que su ADN no coincidía con los cargos, por lo que el Departamento de Correcciones lo liberó un año más tarde con una indemnización de 75 dólares.
Lawrence y su abogado, Jack Lowery, decidieron demandar a las autoridades por una compensación de 1 millón de dólares. No obstante, la Junta de Libertad Condicional se niega a exonerarlo.
“Todo lo que pido es que me traten de manera correcta y justa por lo que me ha pasado. No hice nada y quiero respeto”, ha señalado Lawrence, quien hoy tiene 61 años.
La petición ha llegado al alto mando de Tennessee y se espera que pronto se llegue a un acuerdo. El pastor de Lawrence, John Hunt, es su mayor aliado y asegura que no descansarán hasta que sea justamente recompensado por todo lo sucedido.
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