Tener una cabeza grande puede ser un contra en muchos sentidos: no te caben los sombreros, te cuesta ponerte camisetas y las patas de tus lentes se deforman. Sin embargo, a pesar de lo anterior, la gente cabezona tiene un gran pro.
Datos del Biobanco del Reino Unido, obtenidos de más de 100 mil personas desde su creación en 2007, han revelado una correlación directa entre el volumen del cerebro, circunferencia craneana y niveles de inteligencia. Básicamente, descubrieron que mientras más grande sea la cabeza de tu bebé, probablemente sea más inteligente cuando mayor.
El profesor Ian Deary de la Universidad de Edimburgo contó que “el estudio encontró que las habilidades cognitivas comparten influencias genéticas con el tamaño del cerebro, forma del cuerpo y logros educacionales”.
Para referencia, el promedio de la cabeza de los recién nacidos va cerca de los 36 centímetros para los varones, y alrededor de los 35 para las mujeres.
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