La pequeña Annabelle, una bebé canadiense de apenas diez meses, estuvo muy cerca de perder la vida por un descuido de su padre. Hace dos semanas el papá le dio unos bocadillos crujientes de Nestlé, llamados Gerber Lil’ Crunchies, como premio por haberse comido todo el almuerzo.
Bastó que se alejara diez segundos para que la niña se atorara con uno y comenzara a ahogarse. “Me di vuelta y la vi tratando de llorar pero no emitía ningún sonido”, relató el padre en Facebook, “de inmediato la di vuelta y empecé a golpear su espalda (como nos han enseñado) por lo que pareció una eternidad, pero aún no podía escucharla respirar”.
“La volví a acostar y sus labios estaban azules. Intenté de nuevo pegarle en la espalda sin resultado y, cuando vi de nuevo su rostro, sus labios estaban aún más azules. Fue en ese momento en que pensé que mi pequeña iba a morir en mis brazos”, describió.
“Con pánico, hice lo único que se me ocurrió: metí mi dedo por su boca hasta su garganta y pude mover el bocadillo lo suficiente para poder escuchar el sonido más bello del mundo: su llanto”.
Finalmente y tras sacar el bocadillo en la garganta de su hija, el padre no entendía muy bien lo que había pasado pues ella siempre comía el mismo producto sin mayor problema.
Fue su madre quien descubrió en el envase una pequeña advertencia que decía “usar dentro de los cinco días siguientes a la apertura del envase para la frescura óptima”. Los padres abrieron otro tarro y comprobaron que la diferencia entre los añejos, con los que se había atorado su hija, y los nuevos, era gigante.
“Los nuevos se rompían apenas con la presión de los dedos”, describió.
“Muchos productos tienen etiquetas de advertencia pero, a menos que leas bien el envase, la rutina te puede jugar una mala pasada”, concluyó, llamando a leer las etiquetas de los alimentos que le damos a nuestros hijos.
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