Muchas veces vemos la bestialidad contra las mujeres en otros lugares del mundo, pero parecemos ciegos e inactivos a horrores que ocurren en nuestro barrio, en nuestra región o nuestro propio país.
Cuando ocurren estos crímenes, muchos culpan a la familia de las niñas y mujeres que los sufren por “no estar ahí”, o incluso a las mismas víctimas por “andar solas” o no “vestirse apropiadamente”.
Debemos parar de culpar a las víctimas y hacernos cargo de un problema social como es la misoginia, que hace que noticias como ésta sean pan de cada día sin que ninguno haga un pequeño cambio en su vida.
Este fin de semana se conoció el caso de la adolescente argentina Lucía Pérez, de tan sólo 16 años, que fue drogada, violada, torturada y bestialmente asesinada mediante empalamiento. Hay dos imputados por el crimen y se persigue a un probable tercero.
La chica salió de su casa una mañana para ir a la de Gabriel Farías (23 años), con quien aparentemente habría tenido una relación sentimental.
La fiscal María Isabel Sánchez, quien lleva el caso, contó que en la casa de Farías “se le proveyó de cocaína en abundancia, también de cigarrillos de marihuana y, mermada su voluntad, se la sometió a un vejamen terrible, ya que fue violada vía vaginal y anal, no sólo con el pene del hombre que lo hizo sino también utilizando un objeto romo, como pudo haber sido un palo, lo cual motivó que por reflejo vagal se produjera la muerte de la niña”.
Lucía murió “a causa del excesivo dolor” luego de ser empalada.
Fue con la ayuda de Juan Pablo Offidani (41 años), otro imputado y presunto participante en las torturas, que llegó Lucía a un centro asistencial, donde fingieron que sufría una sobredosis de cocaína.
Allí, los médicos intentaron reanimarla por 40 minutos sin resultado. No fue hasta que llegaron los peritos policiales que se descubrió la serie de torturas y abusos sexuales a las que había sido sometida la menor.
“No tengo dudas de las responsabilidades penales de los detenidos, aunque con distinto grado de participación”, dijo la fiscal Sánchez, añadiendo que es posible que haya una tercera persona involucrada “probablemente en la provisión de las drogas, en el bañado del cuerpo y el traslado a la sala de emergencias”.
Tanto Farías como Offidani fueron detenidos el día siguiente vendiendo drogas en la misma camioneta en que trasladaron a Lucía. Según Clarín, tenían medio kilo de marihuana, cocaína y billetes que vendían cerca de las escuelas del lugar. Era en una de ellas, la Escuela Media Juan Justo, donde estudiaba la víctima.
El único hermano de la fallecida chica, Matías, valoró la tesis de un probable tercer implicado y enfatizó que Lucía “no era una drogadicta como habían difamado”.
Como una “agresión sexual inhumana” calificó la fiscal del caso los vejámenes a los que fue sometida la niña.
Los dos imputados en el caso enfrentan una condena de prisión perpetua bajo el delito de “violación seguida de muerte agravada por la provisión de estupefacientes, y homicidio criminis causa”.
“Es indescriptible todo lo que le han hecho”, dijo desconsolada Marta Montero, madre de Lucía (en la foto). “Si alguien vio algo que se acerque a contarlo”, pidió, para luego concluir pidiendo justicia: “Espero que estos malditos nunca más salgan de la cárcel”.
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