La venezolana Jacqui Saburido era una chica normalque quería emigrar a los Estados Unidos y aprender inglés. A los 20 años lo logró, pero jamás pensó que su sueño se volvería una pesadilla por culpa de la irresponsabilidad de otra persona.
El día 19 de septiembre de 1999, Jacqui salió junto a dos amigos a una fiesta de cumpleaños en el estado de Texas, donde estudiaba. Pero no era la única fiesta en el lugar esa noche.
Reggie tenía 18 años y también andaba de parranda. Aunque no tenía la edad mínima para beber alcohol (21 años), estaba tomando demasiado. Según él, si no tomaba cerveza hasta quedar borracho, no la pasaba bien. Pero esta no era su mayor falta: Reggie además estaba manejando.
Cuando Jacqui y sus amigos iban de vuelta, completamente sobrios, se cruzaron con Reggie que -al contrario- iba borracho. Cuando ambos autos se cruzaron, Reggie perdió el control de su vehículo y chocó de frente contra el auto de la joven y sus amigos.
Los amigos de Jacqui murieron instantáneamente, pero ella quedó atrapada debajo del tablero del auto y aún estaba viva cuando el motor se incendió y se empezaba a quemar el auto. Reggie, que estaba consciente, pidió ayuda. Pero, cuando los equipos de rescate llegaron, las llamas ya habían alcanzado a Jacqui.
Fueron 45 segundos de lucha por sacar su cuerpo del auto en llamas en que la joven gritaba de dolor. Pero de pronto, dejó de gritar.
Cuando los bomberos lograron extinguir las llamas y sacarla, estaba irreconocible por las quemaduras. Al borde de la muerte, fue llevada a un hospital cercano donde la operaron por varias horas y lograron salvarla.
Las lesiones la habían desfigurado, sus ojos se derritieron dejándola casi ciega y todos sus dedos debieron ser amputados.
Las operaciones siguieron por meses y sus días estaban llenos de insoportable dolor.
Reggie, por su parte, había sido llevado al hospital con apenas unos moretones y algunos cortes. Un examen de sangre comprobó que conducía en estado de ebriedad, por lo que fue arrestado. Lo condenaron a varios años debido a que había dado muerte a dos personas.
Jacqui trató de mantenerse optimista mientras continuaba con sus clases de inglés e intentaba llevar una vida activa. Aunque ha aprendido a vivir con las secuelas físicas, las emocionales aún la persiguen.
Aquella fatídica noche marcó un antes y un después en su vida, y todo porque un adolescente irresponsable iba manejando borracho.
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