Harry Studley, de 18 meses de edad, había ido con su mamá, Amy Allen, de 21 años, y su hermano Riley, de 2, a visitar a Jordan Walters y Emma Horseman, unos amigos de la familia. Ambos niños comenzaron a llorar porque se sentían un tanto aburridos, mientras Jordan limpiaba su rifle.
Emma le pidió a su pareja que disparara para asustar al niño y así se callara.
Jordan “pensó” que el arma de aire comprimido no estaba cargada, así que apunto al pequeño Harry y le disparó en el lado derecho de la cabeza. La bala penetró en su cráneo y él quedó tirado en el suelo luchando por su vida.
Una cirugía de emergencia salvó su vida; sin embargo, los médicos no aseguran que su recuperación sea totalmente satisfactoria debido a las graves lesiones producidas por el disparo. Harry no volvería a ser el de antes.
Jordan, de 24 años de edad se declaró culpable. Emma, también de 24, negó ser partícipe del delito antes de que se realizara el juicio.
El juez aseguró que este caso es tan simple como aterrador. Se comienza con una escena de un grupo de amigos reunidos un viernes por la tarde. Minutos más tarde hay un bebé camino al hospital luchando por su vida.
Amy vio a Jordan sacar su arma, la que utiliza para cazar conejos, y la limpió frente a sus hijos. Tanto ella como su pareja, Edward Studley, de 22 años, no creían lo que estaba sucediendo.
Emma aseguró que cuando le dijo a Jordan que le disparara a Harry para que se callara, también creyó que el arma estaba descargada. Ambos declararon que fue “imprudente hasta el punto de extremo”.
Harry fue sometido a una cirugía de emergencia para retirar un coágulo de sangre en la cabeza, el que se formó producto de la hinchazón del disparo. El fiscal informó que, en un principio, el niño sufrió una debilidad importante en el lado izquierdo.
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