Ser activista ambiental en la actualidad es un desafío riesgoso, ya que te enfrentas a los intereses de billonarias multinacionales que utilizan recursos naturales como materia prima (petroleras, megamineras). Y ellos no están dispuestos a que alguien arriesgue sus inversiones tan fácilmente.
Y para eso, no siempre utilizan vías legales.
Ya en 2015 la ONG Global Witness había caracterizado el 2015 como el año con el récord más alto de asesinatos de activistas, y en un documento reciente ha afirmado que Honduras es el lugar más peligroso para defender el planeta.
Es una ola de violencia que escala y se expande a distintos países. Como en México, donde en menos de un mes ya han sido asesinados dos líderes originarios protagonistas de la lucha ambiental en la zona.
Juan Ontiveros Ramos, líder originario raramuri defensor de la Sierra de Tarahumara, fue asesinado el 31 de enero en la comunidad de Choréachi (municipio de Guadalupe y Calvo, Chihuahua).
Las autoridades lo calificaron como un “crimen personal”.
Pero el asesinato del líder ecologista de la misma región, Isidro Baldenegro, que ocurrió el 15 de enero, ha despertado fuertes sospechas.
Baldenegro había recibido el premio Goldman en 2005, el galardón medioambiental más prestigioso del mundo.
Ontiveros era la autoridad que se encargaba de mantener la seguridad en la comunidad de Choréachi que, según Amnistía Internacional, “tiene un largo historial de defensa de su territorio, una defensa que incluye conflictos por los límites de sus tierras con localidades vecinas no indígenas, y luchas pacíficas para detener la extracción de madera en la zona”.
Añade el informe de la entidad:
Otros líderes comunitarios han sido intimidados o atacados en años anteriores (…) En 2014, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dictó medidas cautelares en favor de varios miembros de la comunidad, pero la información disponible indica que las autoridades mexicanas no han aplicado de forma efectiva esas medidas. Otros rarámuri han sido atacados por oponerse a la extracción de madera y defender su territorio.
En diferentes ocasiones, Ontiveros había informado al gobierno mexicano sobre estos alarmantes problemas de seguridad, en el contexto del conflicto territorial agrario de Choréachi.
Y en 2015, había testificado sobre la problemática de las comunidades originarias de la Sierra Tarahumara ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). De hecho, muchas familias ya habían huido de la comunidad debido a amenazas o situaciones de violencia.
Por su parte, Baldenegro lideraba acciones para detener la tala de bosques en su comunidad y recuperar los derechos agrarios que les fueron usurpados.
Hace años, los bosques de Sierra Madre Occidental son talados para expandir los cultivos de amapolas, cuya resina es la materia prima para la producción de heroína.
En 2013 ya habían sido asesinados Jaime Zubías y Socorro Anaya Ramos, dos líderes indígenas de Choreachi. Los culpables no han sido condenados.
“Expresamos nuestra indignación y preocupación por el inaceptable secuestro y posterior asesinato de Juan Ontiveros Ramos, parte de la comunidad indígena de Choréachi que defiende su territorio ancestral”, ha señalado la Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH).
Además, Amnistía Internacional y la Oficina de Derechos de las Naciones Unidas (ONU-DH) también salieron a condenar el asesinato de Ontiveros, emplazando a las autoridades para que descubran a los responsables.
Siguiendo este enlace puedes firmar la petición de Amnistía Internacional para que se tomen acciones inmediatas para proteger a quienes defienden los derechos de las comunidades originarias.
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