Lisa Brown sabía que cuando subía al tren en la estación de Brookfield (Wisconsin), los pasajeros murmuraban que era anoréxica. En su ojos podía ver claramente lo que pensaban. En ese tiempo era modelo a nivel regional y las primeras conclusiones de la gente cuando la veían era la misma: esa rubia guapa debía haber caído, como tantas otras chicas atraídas por las pasarelas, en un trastorno alimenticio. Solo así se podían explicar la enorme pérdida de peso que venía experimentando hace meses.
Después de seis años de lucha, la joven de 34 años ya estaba dando su ultimo aliento el sábado pasado. La vida se le acababa por culpa de un síndrome muy poco conocido sobre el que ella tuvo que investigar.El síndrome de la arteria mesentérica superior (SAMS, por sus siglas en inglés), es una enfermedad digestiva que ocurre cuando una parte del intestino delgado se comprime impidiendo el paso de la comida.
A Brown comenzó a afectarla en el 2011. De pesar 63 kilos, llegó a bajar a los 34 kg en sus últimos días. Los pantalones se le caían y su anillo de boda se le resbalaba del dedo. Cada vez que intentaba comer, sentía un fuerte dolor en el estómago que terminaba en vómitos incontrolados.
A pesar de que visitó distintos médicos alrededor del país, tuvo que esperar hasta diciembre del 2013 cuando, finalmente, le diagnosticaron la enfermedad. Su madre, en una entrevista para la “Revista People”, dijo que había profesionales de la salud que seguían sin creer que padeciera de un síndrome. Como en los del tren, en los hospitales era tratada como una anoréxica.
“Había médicos que pensaban que tenía un trastorno alimentario, que lo suyo no era real. El trastorno es tan extraño que muchos no lo conocían, pero finalmente pudimos encontrar profesionales de la salud con una mente abierta”, manifestó.
En el Hospital Froedtert de Milwaukee las cosas cambiaron. Una vez detectado el problema, entró a quirófano en febrero de 2014 para someterse a una cirugía correctiva diseñada para reconducir los alimentos en su intestino obstruido. Mejoró y subió de peso en los siguientes meses, pero luego volvió a decaer regresando a los horribles dolores y los vómitos.
Su marido Patrick Brown, en 2015, reconoció que él no era tan fuerte como su mujer. Contaba resignado cómo cada mañana, en lugar de quedarse en casa cuidándola, tenía que irse al trabajo para ganar el suficiente dinero como para poder costear las gastos médicos. Esa situación dio un pequeño giro gracias a un Go fund me, una página que abrieron para recolectar fondos que financiaran el tratamiento.
Lisa Brown pasó sus últimos meses en el área de cuidados paliativos. Hasta entonces, se esforzó al máximo para informar sobre esta enfermedad con la esperanza de conseguir que se investigara.
El pasado mayo, iba a recibir un trasplante intestinal que podrá ser su salvación, pero cuando llegó al hospital le comunicaron que tenía que subir 9 kilos para la operación. “Supe en ese instante que no tenía ninguna oportunidad”, le dijo a People. “Y no podía soportarlo más”.
En su funeral prohibió que la gente fuera de color negro y había pedido que tocaran Enya y Bon Iver. Para su despedida Brown solo quiso que los asistentes bailaran y comieran. “Sopa, cupcakes y muffins”, ese fue su menú deseado. Todo lo que ella hubiera querido comer pero que su enfermedad se lo impidió.
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