Se supone que el intelecto de un perro es similar al de un niño de 2 o 3 años, por lo que son no sólo capaces de aprender y desarrollar ciertas tareas, sino también pueden desarrollar estrategias para resolver problemas que se les puedan presentar.
Lucky, un labrador polaco, es el mejor ejemplo de ello. Desde pequeño le enseñaron a hacer sus necesidades fuera de la casa y, cansado de avisar cuando estaba listo para que lo volvieran a dejar entrar, aprendió a abrir la puerta.
Sin embargo, más de una vez ha encontrado la puerta con llave y ha aprendido a llamar a la puerta…¡usando el timbre!
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