Recibir la llamada de un secuestrador asegurando que tiene a alguien de tu familia es una de las peores cosas que te podría pasar. Lo peor de todo es que estos delitos no son tan poco comunes en Latinoamérica, y es difícil pensar fríamente cuando alguien te dice que ha secuestrado a alguien que quieres.
Algo así le pasó a Rolando Santamaría, que recibió unos mensajes de un extorsionador que supuestamente tenía a su hija de ocho años. Presa del pánico al principio, aceptó pagar lo que fuera al antisocial.
Sin embargo, justo en ese momento su hija llegaba del colegio y terminó por darle vuelta la jugarreta al delincuente.
Éste fue el diálogo:
Justo cuando el extorsionador se veía disfrutando del botín, Romualdo vio llegar a su hija y, abrazándola, se dispuso a darle su merecido al aprovechador que lo había contactado.
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