La civilización Persa, desarrollada en Oriente Medio cerca de Mesopotamia (hoy Irán), fue una cultura rica e influyente que construyó ciudades tan importantes como Susa o Persépolis.
Gran parte de su éxito se debió a su excelente gestión de los recursos hídricos en un terreno de clima semidesértico, desértico y árido. Uno de sus mejores inventos al respecto, fueron los Qanat, unas infraestructuras subterráneas de tipo minero capaces de recoger y canalizar agua de lluvia proveniente de acuíferos y valles, para transportarla hasta ciudades y regadíos.
Los Qanats, a partir de este año, son Patrimonio de la Humanidad reconocido por la Unesco.
Desarrollados a partir del milenio I a. de C., se pueden encontrar en el norte de África, el oeste de Afganistán, la India y China, además de Oriente Medio.
Consisten en un pozo madre o principal cavado en una colina hasta encontrar un acuífero subterráneo. Luego, se construye un túnel nunca exactamente horizontal, desde el pie de la colina hasta la fuente de agua.
El túnel posee canales con una cierta inclinación para que el agua pueda moverse sola hasta el lugar deseado. Por lo tanto, mientras más largo el Qanat, menor su declive.
Aparte del pozo principal, otros pozos verticales se construían para asegurar la ventilación del agua, racionamiento, control y vía de evacuación de la tierra generada al vaciar el túnel.
Gracias a su profundidad, el Qanat evitaba la evaporación del agua y su contaminación durante el transporte, por lo que su caudal resultaba ideal tanto para consumo como para el riego.
Al final del Qanat, había un edificio que gestionaba el agua obtenida, desde donde podía dirigirse a baños y cisternas públicas, y también a canalizaciones privadas pagadas por la gente más acaudalada.
Este milenario sistema de obtención y gestión del agua sigue funcionando hasta nuestros días ¡Increíble!
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