Cayden es un niño de 5 años que va a preescolar. Está acostumbrado a celebrar fiestas con sus compañeros de clase en las ocasiones especiales, ya que lleva varios años asistiendo al colegio y empezó la guardería con dos años y medio. También está acostumbrado a ser excluido de esas fiestas y de casi todas las actividades escolares relacionadas con la comida debido a sus múltiples y graves alergias alimentarias. Tiene un síndrome poco común llamado Síndrome de Enterocolitis Inducida por Proteínas de Alimentos (o SEIPA). Actualmente es alérgico a 12 alimentos y podría ser alérgico a cualquier otro que no haya probado hasta ahora. No existe ninguna prueba para saber a qué es alérgico, aparte de darle algo nuevo para comer y esperar a ver si le sienta mal.
Su madre ya está acostumbrada a mandarlo al colegio con el bocadillo para el recreo, la comida y el postre todos los días. Cada vez que hay una fiesta de cumpleaños, le prepara algo para la ocasión para que pueda comer y beber algo cuando los otros niños coman la bollería industrial, las golosinas y la pizza que parecen ir de la mano con este tipo de eventos.
Para la fiesta de Navidad, su madre pensaba hacer lo mismo, pero un e-mail de su profesora la detuvo:
Decía:
“Quiero hacer una fiesta en la que no haya ningún peligro para Cayden. La señorita Sheats y yo vamos a ir a comprar zumo de manzana 100% natural de Mott’s, cereales Lucky Charms, salchichas de la marca Armour Vienna Sausage, gelatinas de fresa sin azúcar y patatas Lays clásicas (las de la bolsa roja). Me gustaría que, por un día, Cayden no tuviera que preocuparse por lo que estén comiendo los demás y pudiera comer de todo. Si ves que algo no está bien, dímelo. He intentado guiarme por lo que trae el niño a clase y la lista de comidas aprobadas. Si quieres, pasa por acá mañana o el viernes, o ambos, para comprobar que todo está en orden.”
Además, la tutora y la profesora auxiliar mandaron notas a los demás alumnos de la clase explicando que en el colegio se les proporcionaría toda la comida para la fiesta debido a casos de alergias alimenticias en la clase.
La madre agradecida y emocionada hasta las lágrimas, se ofreció a hacer cupcakes caseros para que los niños los disfrutaran también.
La fiesta fue todo un éxito. Cayden pudo comer de todo sin miedo y esta madre lloró de felicidad ante la generosidad y la consideración de la profesora de su hijo.
Comparte este artículo con tus amigos, me saco el sombrero por esta profesora.